Relatos de Gustavo de Jesús Acosta Uribe, exalumno de la época de apogeo de la escuela de ciegos y sordos, institución que está cumpliendo 91 años de historia

04.03.2016 12:52

 

 

Nací el 28 de septiembre de 1936, tengo como  80 años, estudié tres años en ciegos y sordos de Campo Valdés, cuando estudiaba allá veía algo, ahora no veo nada, cuando estudiaba allá estaba interno, ahora estoy interno en un ancianato de Envigado,  en “Revivir”, cuando yo estudiaba en ciegos y sordos, eso era lleno de mangas, pasaba una quebrada llamada la Piñuela, yo creo que eso ahora está construido, debe estar lleno de casas.

 

El rector del colegio era Don Francisco Luis, se debió haber muerto ya, era un señor bajito, delgado, canocito, viejecito, él era el administrador de eso allá, él se iba por la tarde y venia por la mañana, allá estudiábamos niños y niñas ciegos y sordos, pero nos tenían separados, eso allá era muy grande, nos separaban de los sordos, porque cuando no los entendíamos se enojaban mucho.

 

Allá estudiaba gente que venía de todas partes,  de Venezuela,  Perú,  Ecuador, Guatemala, México y más lugares.

Yo vivía con mi abuela  materna,  Eloisa, por cariño le decíamos “Mamaisa”, ella vivía con Tina, Transito, Maruja; el padre Acosta era quien me llevaba al colegio. Tina todavía de vez en cuando se acuerda de mí y me visita.

 

Mis maestras en ciegos y sordos eran 4, Cecilia, Carolina, Soledad, Ligia, éramos como 600 estudiantes, ellas me mandaban a darle razones a don Francisco Luis, pero él se enojaba porque estaba ocupado.

 

Allá iban dos carros, los llamábamos Toribio y Merejo, yo me iba y les ayudaba a bajar el mercado del carro y los de la cocina me daba arepa, café, ¡e ave María! ahí mismo me daban comida, ellos me tenían mucha confianza, yo les ayudaba a regar las matas, a trapear, barrer,  me querían mucho ¡me trae muchos recuerdos! allá se me acababa la vida.

 

Como un familiar tenia almacén, me daban de lo que me antojara, pistolas, juguetes, esas maestras jugaban con migo.

Mamaisa vivió mucho tiempo en la esquina del poblado, de lo que me antojaba me lo llevaban, ella me quería mucho, uno llamaba  al 132 y se comunicaba con la familia.

 

Yo escribía braille, uno iba tocando unas pizarritas, uno, dos,  tres, era la “l”;  la “s”,  era 1, 2, 3, 4, 5, y 6.  Usábamos un papel traído de Estados Unidos, era una lámina gruesa, y un cajón de madera para escribir.

 

Me salí porque a papá no le gustó que estudiará, me echó el cuento de que le cuidara el ganado, yo era,  y todavía lo soy,  muy inteligente, si me dejarán seguiría aprendiendo.

 

Luego la abuela y su familia como para sacarnos el cuerpo,  se fueron a vivir al Parque de Bolívar de Medellín,  a un edificio llamado los Álamos, a un piso 20, teníamos que coger ascensor y había portero, esa gente tenía plata.

 

El padre Acosta  negociaba mucho, compraba propiedades y vendía, cuando el murió dejó todo a la curia.

Yo era muy juguetón, un día me llamaron y en tres días me aprendí lo de la misa, el yo pecador, fui monaguillo.

 

Con mamá viví muy bien, ella me quería mucho, sufría mucho mamá cuando papá se consiguió esa amante, y empezó a darle todo a ella.

 

En la casa sufríamos mucho porque no había luz, ni agua, entonces un día Luis Carlos trajo varias manguera y por debajo de la tierra, enterradas pasaba el agua  a un tanque, era tanta la presión del agua,  que en dos minutos se llenaban esos tanques, ahí si me tocó hasta lavarle las patas a las vacas, lavar los corrales, me empantanaba y embulligaba todo, me daban candelillas y hongos en las uñas.

 

Un día se fue el agua y esa fue la única forma de descansar, pero no se hizo esperar el regaño.

Siempre me gustó coleccionar música, especialmente rancheras y música de carrilera.

 

En la casa tiene que haber  un entierro, yo sería capaz de amanecer allá una semana santa para sacármelo.

 

A Pedro Nel,  el vecino de abajo,  lo mataron por robarle el cuido del ganado, cuando lo mataron,  Sofía le dijo a Gilberto que mejor vendieran eso para evitar que le pasara algo, Juvenal Ochoa, a eso le metieron tractores y en menos de una semana rellenaron huecos y montaron carretera, eso lo volvieron mierda.

 

Yo le presté a Amen mi abuelo paterno 25 pesos y me compré un marranito, lo engordé, lo vendí y compré tocadiscos y música, así empecé a conseguirme las cositas.

 

Esta grabadora le valió a María Eugenia la de Marta 150.000 pesos en el Éxito, Ella es supervisora y yo creo que le hicieron rebaja, y me salió muy buena.

¡Eavemaría! el verano de ahora tan fuerte, es que ni si quiera se siente el ruido de la Ayurá porque está seca.

 

Hace por ahí 12 años me dio una enfermedad, como una purpura, me tuvieron que colocar como once paquetes de sangre, porque la sangre se me volvió como líquida, me la tuvieron que cambiar, estuve hospitalizado 5 días en el hospital Pablo Tobón Uribe, casi me muero, yo estaba tomando con Agustín y el Grillo, comí unos chicharrones y a las 2 o 3 semanas me puse así.

 

Cuando estudiaba en ciegos y sordos, era el primero en llegar y el último en salir, como llegaba de primero, las maestras esperaban que llegaran todos, entonces jugaban con migo, bolas, trompo, con unas pistolitas que traían un pitillito; solo íbamos a la casa en vacaciones de semana santa, en junio y navidad.

 

La comida era buena, con dietistas, el gobierno pagaba, ahora que la vida es dura, creo que les toca pagar, yo a medio día me acostaba, yo era muy juguetón, tenía muchos amigos, cuando cometía una falta me mandaban donde el rector don francisco Luis, el como que me quería, porque me decía: - no Gustavo no joda, siga jugando, me quería mucho, no me decía nada, es que eso allá era muy estricto, si uno cometía una falta lo mandaban a poner la queja al rector.

 

Cuando estudiaba en ciegos y sordos el gobierno pagaba todo, alimentación, arreglo de ropa, ahora que la vida está dura yo creo que a los estudiantes les toca pagar.

 

Yo tenía muchos amigos, cuando me mojaba en la quebrada me mandaban a la capilla empiyamado, toda la gente en misa y yo empiyamado, pero a mí no se me daba nada.

 

Es que allá la gente iba a misa a una capilla que había en el segundo piso en el bloque de atrás.

Allá había una vaquita.

 

Cuando uno se manejaba bien le daban una medalla.

A nosotros nos llamaban a las 4 de la mañana para bañarnos, había un muchacho con una regadora que nos echaba agua para bañarnos, después que nos bañábamos no podíamos hablar nada hasta las 7 o las 8 de la mañana que se daba la misa, la misa la daba el padre Jesús Antonio.

 

A las 12 nos daban el almuerzo, a las 5 la comida y a las 8 nos acostaban, yo me quedaba despierto en la cama como hasta las 10 de la noche,  porque siempre he tenido un mal dormir.

 

La ropa la marcaban, yo era el número 6, la lavaban en un aparato los lunes y los miércoles.

No nos castigaban fuerte, no teníamos salón, en cualquier parte nos daban la clase, solo había hasta cuarto de primaria.

 

Una vez me enfermé como de una gripa y del estómago,  don Francisco Luis muy preocupado me decía:- qué vamos a hacer con usted? como que me iban a mandar para la casa porque no había médico, pero me alivié después que me dejaron de dar un bacalao.

 

 En la escuela las niñas estaban separadas de los niños, ellas estaban en el bloque B, a ellas les enseñaban unas monjas francesas, las hermanas de la Sabiduría, con una bata larga y gorro blanco, no se les entendían  nada cuando hablaban. Las niñas tenían uniforme azul, nosotros no teníamos uniforme.

 

En el segundo piso quedan los dormitorios, abajo estaban los salones muy amplios.

Nosotros los hombres nos tenían prohibido hablar con las mujeres, solo podían hablar los hermanos entre sí, pero en las oficinas de la mitad.

 

Cuando salíamos de paseo las señoritas Ligia, Soledad, nos llevaban a caminar por todas esas mangas de Aranjuez y Berlín, montábamos en camiones de escalera con jogonero, llegábamos por los lados de la clínica León XIII, el Bosque de la independencia,   que era hermoso, montábamos en caballos, carritos, el gobierno pagaba todo.

 

Cuando pasábamos de pase,  nos íbamos por el lado del manicomio, nosotros no escuchábamos nada, como que a esos locos los mantenían enjaulados,  drogados para que no gritaran ni lloraran ¡E avemaría! no se volvió a mentar nada de ellos, como que se los llevaron para Bello.

 

Diocelina,”Milina”, tenía un sordomudo, vivían al frente de “Pepita”, mi abuela paterna, a mí me gustaba quedarme allá, porque como eran más pobres, la casa no era tan organizada como la de “Mamaisa” y podía jugar más tranquilo y ensuciarme, porque yo era un niño del campo.

 

A mí me tocó el 9 de abril,  cuando mataron a Gaitán,  el país se prendió, a todo el que cogieran en la calle se lo llevaba la policía, las puertas las reforzaron con metal, en el colegio también lo hicieron, allá llevaron muchachos que cogieron en la calle, llegaban carros llenos de gente y nosotros de noveleros nos acercábamos a mirarlos.

 

Se había declarado toque de queda, empezaron las matazones, todo el país se prendió, todo se llenó de miedo, fue una cosa miedosa.

Me tocó el gobierno de Rojas Pinilla, él fue buen presidente, el arregló el país, lo fue aplacando, le hizo ver las cosas a la gente por las buenas;  ahora años,  los otros gobiernos eran como dictadores;  yo siempre me entero de lo que pasa,  porque me acostumbré desde chiquito a mantener el radio siempre junto al oído.

 

Esto siempre se ha vuelto muy peligroso, Pablo Escobar ayudó mucha gente, a él por años lo perseguían por el aire aviones, por tierra radio patrullas, resultó por Envigado y Caldas,  la gente lo cuidaba y quería.

 

Cundo me sacaron de ciegos y sordos, no tuve tiempo de despedirme, todavía no sé a quién   mandaron por mis cosas.

 

Juan, Antonio José y Tina me visitan, pero muy de vez en cuando, me gusta que me visiten, compartir mis historias que recuerdo desde los tres años, que me colaboren con lo que necesito aquí,  quiero estudiar, aprender cosas, yo soy muy inteligente, tener toda mi colección de música y salir a la calle a visitar mi familia ¡Acaso yo estoy preso!

 

 

                                     

 

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