Informe de lectura sobre el texto “Campos de sangre” La religión y la historia de la violencia de Karen Armstrong

08.01.2020 20:04

 

 

La guerra  cesará cuando cada Estado respete al Otro sin entrometerse en su soberanía, sin saquear sus recursos, sin considerarlo enemigo u objetivo militar, sin justificar sus muertes; considerándolo un aliado  en la armonia de las Relaciones  Internacionales y en la Geopolíca mundial.

 Sólo sin violencia el hombre se hace grande y uno más,  entre las bellas, exóticas y sorprendentes especies que habitan esta Tierra.

 

 índice

1. Informe de lectura.

2. Conclusiones

3. Bibliografía

 

 

Lo peor que le puede pasar a la humanidad es que sea indiferente al ver correr la sangre de sus hijos en la tierra por la violencia sin importar de donde venga esa violencia o quien la haya motivado.

 

"Dios lo puso como la víctima cuya sangre nos consigue el perdón, y esto es obra de fe. Así demuestra Dios cómo nos hace justos, perdonando los pecados del pasado". Romanos 3, 25.

                                                                                                  Imagen relacionada

https://manuelmartinezcano.org/2018/03/11/adoracion-de-las-llagas-jesus-crucificado/

 

 1. Informe de lectura

 

El texto de Karen  Armstong, “Campos de sangre nos pone de frente a la violencia que han generado las religiones y del que igualmente han participado los sistemas políticos, veamos:

La introducción es una buena manera de ubicarnos  en la temática:

 

Con la cita de Génesis 4:2, 8-10 nos ilustra que cruenta ha sido la humanidad desde sus inicios, con esta cita introductoria ya la autora nos hace reflexionar  como la sangre de Abel está gritando desde la tierra cuando la violencia cobra la vida de cualquier humano  víctima de ésta sin importar su obrar.

Es que en la violencia de los años 80 y 90 del narcotráfico se tuvo que retirar una valla publicitaria que decía que Dios amaba los hombres de bien y despreciaba a los necios y malos; después de ello empezó una ola de violencia ilimitada de limpieza social, es decir el violento está a la espera de cualquier excusa que ampare su conducta, sea la religión o cualquier otro motivo o ideología para depredar al otro, el hombre es la única especie que genera odio y mata por motivos fútiles o simple placer a los de su propia especie.

 

Abel cuidaba corderos, era bueno, Caín agricultor le asesinó y los mismos corderos corrieron una suerte parecida a la de Abel porque fueron utilizados en toda la historia sagrada del antiguo testamento para espiar los pecados de la humanidad, un símil interesante es que en Colombia la violencia se tomó la finca de los ganaderos, los boleteo, los extorsionó, los amenazó, los desplazó y luego la emprendió contra los campesinos labriegos de una forma todavía peor, cada grupo enfrentado paramilitares o guerrilla utilizaban las practicas más atroces de exterminio para hacerse temer y tomar control del territorio, el río Magdalena y Cauca, bajaban  con aguas rojas con los cadáveres abaleados o mutilados con motosierra.

 

El pánico, el dolor y la desesperanza invadió la población y los territorios, esos mismos que un día ocuparon los indígenas muchos de ellos sacrificados en el proceso de conquista y colonia de los imperios europeos que se hicieron ricos en parte con el tráfico de esclavos y en las guerras y sacrificios con los pueblos árabes.

 

Siempre habrá un chivo expiatorio para descargar la culpa y expiar los miedos y  pecados que aunque no sean cometidos serán realidad en un inconsciente colectivo plagado de pecado original.

 

En el Génesis, el hombre es representado como un ser movido naturalmente a inclinaciones malas a causa de las cuales yerra o se equivoca y tiene vergüenza ante Dios, idea que en términos generales sigue Filón. En la obra de Ambrosio, pasando por el tamiz de la literatura paulina y apocalíptica, el hombre es un ser imperfecto que sucumbe y se derrumba ante el mal porque es débil y no está atento a los engaños del diablo.

 

En todos los casos existe una posibilidad de salvación: en el Génesis y en Legum Allegoriae, la bondad de Dios que, a pesar de todo, confía en el hombre y en sus posibilidades cuando se inclina a obrar bien; en los textos cristianos, el hombre es culpable porque está inmerso en el pecado pero la intervención de Cristo le asegura la redención y la justificación. (Miranda 2009).

 

La sociedad  moderna ha transformado la fe en un chivo expiatorio, la religión ha sido de las principales causas de las guerras en la historia; naturalmente la gente va a la guerra por causas muy complejas como las sociales o económicas, especialmente cuando escasean los recursos, (Armstrong, 2014, pág. 13).

 

Las atrocidades que ha cometido la humanidad están vinculadas a una compleja  gama de razones. Por la cosmovisión religiosa occidental, idiosincrática y excéntrica, resulta complicado sobre la propensión de la religión o la violencia, aunado a que no exististe una forma universal de definir la religión; la concepción religiosa de occidente acerca dela religión es concebida como un sistema coherente de creencias, instituciones y rituales obligatorios, centrados en un Dios sobrenatural, cuya práctica es esencialmente privada y está herméticamente sellada respecto a actividades seculares, no obstante las palabras que en otras lenguas son traducidas como religión remiten a algo más amplio, más vago y universal, en el árabe nos remitimos al camino de vida, en sánscrito, es un concepto total, intraducible, abarcando la ley, justicia, ética y la vida social, la religión como búsqueda personal y sistemática, estuvo completamente ausente de la Grecia clásica, Japón, Egipto, Mesopotamia, Irán, China y la India; la Biblia hebrea carece de un concepto abstracto de religión; en el Talmud fue expresamente concebida para llevar el conjunto de la vida humana al ámbito de lo sagrado. (Armstrong, 2014, pág. 15).

 

La autora afirma que los orígenes de la religión latina son oscuros, no era una realidad que implicara imprecisas obligaciones y tabú, observancia de un culto, el decoro familiar o mantener un juramento, decir que era religioso implicaba que el sujeto se atuviera a ello;  la palabra adquirió un nuevo sentido entré los teólogos cristianos: una actitud de reverencia hacia Dios y el universo como un todo.

 

Para San Agustín, teólogo medieval  la religio no era algo institucionalizado sino un encuentro personal con la trascendencia, que llamamos Dios, así como el vínculo que nos une con lo divino y los demás, en la época medieval el término  vino a designar la vida monástica, distinguiendo a los monjes de os sacerdotes seglares que vivían y trabajaban en el mundo “saeculum”, es así como lo único que se ajusta a la noción occidental de religión como algo codificado y privado, es el cristianismo protestante, se ajusta al concepto de religio, producto así mismo dela modernidad, los europeos y norteamericanos fueron separando religión y política, asumiendo que los conflictos de la guerra de los Treinta años fue la disputa teológica dela reforma.

 

Para los no occidentales que no vivieron este proceso lo concebían algo incomprensible y no natural como su economía misma.  En el mundo premoderno la religión impregnaba todos los aspectos de la vida que consideramos mundanas se vivían como experiencias profundamente sagradas.

 

 A los pueblos antiguos les quedaba difícil entender donde comenzaba la religión y donde terminaba la política, ello obedece en parte a que el ser humano busca darle sentido a todos sus actos a diferencia de los animales, tememos a la muerte a la extinción de nuestra propia especie, le tememos a las catástrofes a la violencia y somos conscientes de nuestra fragilidad y estado de vulnerabilidad, en parte por ello vivimos en familia y comunidad, nos asombra estar aquí y el ahora, y el presente y pasado, nuestro principio y fin la enfermedad, el futuro, por ello  para el cúmulo de preguntas nació la filosofía y para aliviar el sufrimiento la psicología y para dar respuesta a lo que no se sabe la investigación y para asumir todos los problemas de la cotidianidad cada una de las ciencias, pero paradójicamente el dolor y estado de vulnerabilidad en lugar de disminuir aumenta en la posmodernidad con menos posibilidad de mirar al cielo y sus astros por estar mirando hacia un celular que manipula la existencia misma.

 

Cada experiencia en épocas premodernas eran concebidas como réplica, es así que al imitar lo que concebían como gestos y acciones de su álter ego celestiales fueran ancestros o héroes de su cultura, estos pueblos se ubicaban en una dimensión más amplia de su existencia, los humanos somos más artificiales y tenemos y la propensión a caer en arquetipos paradigmas difíciles de trascender, cada día nos engañamos en buscar supermodelos que emular volviéndonos más plásticos y vulnerables, cuántas personas  por imitar caderas senos, rostros, cejas, talentos terminaron aniquilando de su ser por cirugía lo que anhelaban tener o terminaron eliminando a su héroe.

 

Sentirnos conectados a realidades tan extraordinarias satisface nuestro anhelo esencial, nos alza o transmuta más allá  de nuestro propio ser, a fin de habitarnos  con más plenitud sintiéndonos  más en contacto con corrientes más profundas  de vida, si ya no se encuentra en el templo,  en el arte, en la música, en el sexo, en las droga, en la guerra.

 

 La autora explica esta búsqueda humana atendiendo a los tres cerebros que conservamos, el delos répteles que lucharon en el fango primordial, simplemente luchando para sobrevivir y reproducirse, los más fuertes nos pasaron sus genes, heredando genes egocentrados, ya con la aparición de los mamíferos, éstos desarrollaron el sistema límbico, quizás hace 120 millones de años, formado a partir del cerebro primario de los reptiles, éste cerebro límbico desarrollo nuevos comportamientos:, protección, alimentación y progenie, es así como los seres humanos desarrollaron la capacidad de acariciar,  y cuidar criaturas aparte de sí mismos.

 

Estas emociones  límbicas nunca son tan intensas  como los impulsos egoístas que aun emanan del cerebro reptiliano, los seres humanos han desarrollado capacidad para la empatía con otras criaturas, especialmente con nuestros congéneres, el filósofo  chino Mencio  (371-288 a.C.) afirmaba que nadie carece del todo de sentimientos, son sentimientos fundamentales sujetos a voluntad, como quien ve en peligro a otro ser y acude a salvarlo, los cuales si son cultivados adquirirán fuerza  y dinamismo propios.

 

Esto que afirma Mencio es más entendible con el nuevo cerebro adquirido en el neolítico, hace unos veinte mil años, los hombres del neolítico eran asesinos eficaces, antes de inventar la agricultura dependían de la caza de animales, su cerebro más grandes debían inventar tecnologías para cazar animales más grandes que ellos, ya el antropólogo señala como el hombre tribal siente ansiedad al tener que matar animales que considera como amigos y patronos y para hacerlo acude a través de la purificación ritual, es así como los bosquimanos por ejemplo al matar al animal permanecen acompañando a la víctima hasta el final, otros arrojaban a las paredes su sangre y excrementos como un modo de hacer regresar el animal al inframundo de donde provenía.

 

Son las pinturas rupestres de cuevas como las de Altamira las que dan cuenta de estos sentimientos del grupo cazador y del vínculo entre el arte y el ritual, es el neocortes el que nos hace consciente de la tragedia, es así como en el ritual y el arte salen estas emociones líbicas más suaves.

 

En los frescos y grabados en el laberinto de Lascaux y Dordoña de hace diecisiete mil años la grasa y sangre mezclada en sus pinturas expresa su simpatía y reverencia  religio, por las otras criaturas sus compañeros, ayudándoles a vivir con la necesidad de matarlos, ya muchos pacientes en terapia psicológica manifiestan el dolor por tocar la carne o ver los carros donde se cuelgan los animales sacrificados en  las ferias de ganado.

 

Es en el arte que el cazador paleolítico expresa sensibilidad al ‘lastimar la victima antes y después dela caza como se puede apreciar en la imagen de reno en Lascaux en el once mil a. C., esto animó al arzobispo de Canterbury a reflexionar como el cazador a través del arte después del sacrificio animal quería volver a su propia esencia.

 

Y es precisamente una de las funciones del arte  y de la religión, cultivar el sentido de la comunidad, con la de nuestra propia especie los animales.

Levaremos siempre en nuestro cerebro la memoria del cazador, del recolector, todo lo que somos son la esencia de esa herencia primordial transmitida a nivel filogenético y ontogenética.

 

Hemos vuelto el esfuerzo mitología religiosa que pone distancia entre nosotros y el enemigo, exageramos sus diferencias raciales, religiosas e ideológicas. creamos relatos para convencernos a nosotros mismos de que el otro es realmente humano, sino un monstruo, antítesis del bien y la bondad, el orden, podemos excusar una guerra considerándola justa o anteponiendo a dios o la ´patria pero se ha demostrado a soldados en guerra que mucho no quieren disparar al enemigo y prefieren fallar, en la segunda guerra mundial y en la misma guerrilla se observó como muchos trabaron lazos de solidaridad con el enemigo, todo ello explica nuestra naturaleza sensible como lo explicaba Mencio, por ello para ser soldado se requiere aprender a controlar las emociones  como lo hacían los monjes Yoguis. (Armstrong, 2014, pág. 14-21).

 

Por ello cuando llegan al Mediterráneo barcas cargadas de población negra proveniente de ÁFRICA que huye de la guerra los gobiernos del Mediterráneo piden que los vigilantes de puerto no miren a la tribulación o náufragos y los devuelven al mar.

 

La cultura de Joanna Bourkes explicaba el proceso para crear un buen solado experto en matar y acabar con la víctima, hay que quebrantarles a los individuos, reconstruirlos como soldados eficientes, incluyendo a despersonalización, , uniformes, falta de privacidad, relaciones sociales forzadas, programas intensos, falta de sueño, desorientación, seguidos de ritos de reorganización según códigos militares, reglas arbitrarias y castigos estrictos, modelo similar para adiestrar seres humanos para torturar prisioneros o los mismos que utilizan nuestros militares en el ejército retomados de las prácticas guerreras espartanas y romanas.

 

Es así que la meta es que el solado sea tan inhumano como el enemigo que ha creado en su mente. El militar ciertamente era una figura ambivalente, heroica por un lado,  y encarnando una maldad necesaria que había de  ser temida y segregada; igual  ocurre en nuestra cultura colombiana que ha vivido la guerra desde hace más de 90 años.

 

La guerra es un invento actual el hombre primitivo no podía permitirse esto porque requiere de un gran ejército. Hay pocas evidencias de que los primeros humanos lucharon regularmente unos contra otros.

 

La vida cambio en torno al 9000 a.C. cuando los primeros agricultores de oriente medio aprendieron a cultivar  y a almacenar  el grano, alimentaron gran cantidad de población y la gran producción generó un excedente, este avance hizo que muchos grupos  no regresaran a su etapa de recolectores y cazadores.

 

Entre el 8500 a.C. y el siglo I d. C. la mayoría de la población del planeta hizo así transición a la vida agraria y con la agricultura llegó la civilización y con la civilización llegó la guerra.

 

Los inicios de la agricultura fueron momentos estresantes y traumáticos, contrariamente a lo que se piensa, las poblaciones eran vulnerables a grandes oscilaciones en lo que se refiere a la productividad, se presentaban eventos que podían aniquilar la población, su lucha fue incesable contra la sequía, la esterilidad y la hambruna, de ello pueden dar cuenta los sacrificios humanos en occidente y en oriente, los niños que sacrificaban los Mayas y otras tribus de Mesoamérica, muchas civilizaciones habían abandonado  su ciudad a la llegada de los europeos al continente.

 

Es que la sequía ya hacia presencia  en aquellos tiempos del paleoindio con el fenómeno del Niño.

Se podrá evidenciar que la dieta con cárnicos proteicos generó hombres más fuertes y saludables, aptos para la guerra a diferencia de las malas condiciones físicas y de salud que presentaba la población alimentada con vegetales.

 

La tierra cultivada fue la bendición de la vida, la fertilidad, recibiendo el nombre de Ishtar en Mesopotamia, Deméter en Grecia,  Isis en Egipto y Anat en Siria, esa misma tierra Pacha Mamá  para los indios Americanos, pero paradójicamente la presencia de esa tierra no era tranquilizadora, sino extremadamente violenta, desmembraba a aliados y a enemigos por igual, las herramientas agrícolas se concebían como armas que herían la tierra, las actuales sí que lo son, porque arrasan a todo cuanto encuentran a su paso, han cobrado la vida de grandes ecosistemas y sus especies animales y vegetales.

 

En este orden de ideas, los campos de labranza se convirtieron en Campos de sangre, en la misma literatura se narra que cuando Anat mató a Mot, dios de la esterilidad, le cortó en dos con una hoz ritual, lo aventó en un tamiz, lo pulverizó en molino, repartiendo sus fragmentos sanguinolentos por los campos.

 

Es decir los campos primigenios recibieron trozos humanos y bebieron sangre humana, como efectivamente la han recibido y bebido nuestros campos colombianos en los enfrentamientos armados y los barrios populares de Medellín en la guerra del narcotráfico de los años 80 y 90.

 

Otro suceso sobre la lluvia, asume igualmente una connotación violenta; después de asesinar los enemigos de Baal, dios de la lluvia, que da vida, se adornó con carmín y alheña, fabricó un collar con las manos y cabezas de las víctimas y se hundió hasta las rodillas en sangre mientras esperaba el banquete triunfal.

 

Igual  a esto procedían los indios Caribes, afilando sus dientes y cráneos para intimidar a sus enemigos, colgando en sus cuellos un collar con los dientes de la víctima, igual procedían en sus casas colgando los cráneos delas personas sacrificadas, ello hizo que muchos conquistadores por temor evitaran cualquier acercamiento con estas tribus caribeñas.

 

De forma más cruda lo describe una fiscal a quien se le interroga sobre la experiencia más fuerte en su vida profesional, ante lo cual se apresura a relatar que fue la espera en las incesantes masacres de jóvenes en las comunas de Medellín durante los años 80 y 90, donde tenía que sentarse a esperar que muriera la última víctima para proceder a las correspondientes diligencias de levantamiento de cadáver.

 

Algunos maestros que presenciaron las masacres sufrieron grandes trastornos mentales que les separó del ejercicio de su profesión otras madres ante la presencia de la masacre de sus hijos quedaron de manera irreversible en estado catatónico.

 

Los mitos ancestrales dan cuenta de la violencia que generó la vida política agraria; al inicio del IX milenio a. C. en el asentamiento correspondiente al oasis de Jericó, en el valle del Jordán, con algo más de 3.000 habitantes, gracias a la agricultura y su ciudad fuertemente protegida por muros que llevaron gran tiempo y esfuerzo de trabajo, la agricultura intensiva no puso en peligro los suelos, allí no se produjo la violencia sino 5.000 años después, desde un principio la violencia organizada a gran escala se vinculó no a la religión sino a robos organizados, pero resulta interesante destacar que la agricultura impuso otra forma de agresión, una violencia institucional o estructura en que las personas son obligadas a vivir en tal miseria y sometimiento que son incapaces que son incapaces de mejorar su destino.

 

Esta es la más sutil forma de violencia, es la que viven las comunas de Medellín, es la que viven los refugiados, es la que viven los que profesan muchas religiones orientales los cuales se conforman con apenas subsistir, en las peores condiciones, sin ambiciones, sin esperanza de futuro, el solo hecho de mercar lo que corresponde al día y abandonar sus estudios o cualquier alternativa, posibilidad o sueño de progreso da cuenta de su orfandad material que ha trascendido su mundo espiritual, mental y  trascendental para pensar al menos como salir de allí o hacerse conscientes de su propia realidad y existencia.

El Concejo Mundial de la iglesia  lo describía de la siguiente manera: Los recursos y los poderes están tan desigualmente repartidos, controlados en manos de unos cuantos que no los usan para alcanzar la posible realización de todos sus miembros sino para la autosatisfacción y propósito de dominio , oposición y control de otras sociedades o de los miembros más desfavorecidos de esa misma sociedad. Pág., 24).

 

Igual situación ocurre en cada colegio de Medellín, donde se maneja la violencia barrial desde las mismas instituciones educativas; unos cuantos docentes se abrogan el monopolio del poder institucional en alianza con los rectores y coordinadores para disponer de las mejores , aulas, recursos, proyectos, intensidad horaria, jalonar el monopolio del PEI – Proyecto Educativo Institucional_,  y rendir informes verbales y escritos sobre el que hacer pedagógico de la comunidad educativa, ellos están presentes al momento de cualquier tipo de evaluación o en representación de la institución , generando celos profesionales y competencia hacia sus colegas, los cuales simplemente usan a capricho y para resguardarse el universo de sus privilegios, quien cuestione tal estado de cosas se le asila e invisibiliza, marginándole del proceso y el conjunto de sus desarrollos, ellos hacen parte del andamiaje corrupto que perpetua la mala calidad de la educación que debe obedecer a un trabajo en equipo interdisciplinario y democrático.

 

En el paleolítico no se presentó esta modalidad de violencia sutil o soterrada, porque no había excedente, era una sociedad más igualitaria, todos estaban sometidos a la dureza y peligro de la caza; la desigualad en la riqueza era casi imposible porque no había mando ni una clase privilegiada, la población apenas subsistía, sobrevivían creando alianzas, no había el gobierno como tal, todos los varones sanos, solo poseían igualdad de armas y destrezas para el combate.

 

Según la antropología estos cazadores recolectores eran sociedades sin clases, economía basada en el comunismo primitivo, beneficiaba a la comunidad las habilidades y virtudes de sus miembros, la generosidad, bondad y ecuanimidad.

 

Es pues, a partir de la agricultura y la correspondiente acumulación del excedente, como un grupo se apropia del excedente y se atribuye el monopolio de la violencia, dominando el resto de la población; esta modalidad de violencia se presentará en las primeras comunidades agrícolas: Imperio de Oriente Medio, China, India y Europa.

 

Un 2% de la población robó sistemáticamente con la ayuda de un pequeño grupo de subalternos a su comunidad, a fin de sostener su vida aristocrática. Muchos historiadores sociales consideran que sin este arreglo injusto, los seres humanos probablemente no habrían superado el nivel de subsistencia; creando una clase privilegiada con ocio para dedicarse a las artes y a las ciencias civilizadas, se ha hecho posible el progreso.

 

En todas las civilizaciones posmodernas se utilizaron estos sistemas opresivos, no había alternativa. Cuanto dolor sintió el padre campesino en medio de su necesidad de los pueblos paisas tradicionales cuando su hijo optó no por arar la tierra sino por el ocio que demandaba el  mundo de las artes, la música, el teatro, la posa, el ciento, el relato y la ciencia misma, única posibilidad que se dio la naciente elite intelectual que nutrió esa Antioquia Grande que jalonó el progreso de la región y el país.

 

 Todas las actividades humanas, incluidas la construcción de estado y de gobierno, es de esta forma como la política posmoderna era inseparable de la religión, adoptando la población la religión de su líder mandatario al igual que su tradición ética.

 

El anterior dilema ético se aseguraba mediante la fuerza, mantenido por la agresión militar, como efectivamente se hizo con los indios americanos durante los procesos de conquista y colonia, cuando no se lograba la dominación a través de la religión.

 

Estado y ejército son considerados por muchos historiadores como la marca del a civilización, sin ejército la horda humana se habría podido aniquilar en disputas, se requería de quien pusiera el orden y estuviera a su vez respaldado por la fuerza, los mismos ejércitos según su capacidad armamentista preserva  la supremacía del monopolio económico y político de los grandes imperios, pero de esa misma forma cometen los peores vejámenes contra los derechos humanos en guerras por ejemplo como las libradas por Estados Unidos en Corea, Vietnam, el Golfo Pérsico, Irak,  la franja de gaza y en general en el medio oriente asiático.

 

Se recalca que la guerra fue esencialmente para el estado agrícola, para aumentar los ingresos de  la clase dominante;  para conservar sus privilegios que demanda el ocio, debían conservar el control sobre las aldeas campesinas, defendiendo sus tierras cultivables contra agresores, ampliar el espacio físico y ante todo, suprimir despiadadamente cualquier intento de subversión del status quo, clave número uno para la creación de grandes imperios y que dan cuenta sobre la  lucha por la tierra; en el caso colombiano, el desplazamiento forzado y las frustradas reformas agrarias.

 

Ningún estado sobrevive sin sus soldados, en la medida en que crece el estado, crece su ejército y la ferocidad con  la que ataca al intruso, en ocasiones da la impresión de ser el único camino para mantener la paz. 

 

El dilema de Ashoka es el dilema de la propia civilización. Puesto que la ideología de todos los estados posmodernos estaba imbuida de religión, la guerra adquiriría inevitablemente el carácter sagrado. En realidad, toda tradición de fe a gran escala ha seguido el surco dela entidad política en la que surgió, ninguna ha llegado a ser una religión mundial, sin  el patrocinio de un imperio militante poderoso, y toda tradición tuvo que desarrollar una ideología imperial, cabe la pregunta en qué grado la religión contribuyo a la violencia de los estados a los que estaba fuertemente vinculada?, Que grado de culpa podemos atribuir a la religión en lo relativo a la historia de la violencia humana,

 

La respuesta es compleja   en mundo globalizado e interconectado, si queremos crear una sociedad global donde todos los pueblos puedan vivir juntos en paz y respeto mutuo no nos podemos quedar con el mito dela violencia religiosa de William T. Cavanaugh que sirvió de soporte a los pueblos occidentales en época temprana de la modernización, pero la aldea global actual exige examinar matices y una visión más completa para entender el problema.

 

El texto de  la autora se  centra  en las tradiciones abrahámicas del judaísmo, el cristianismo y el islamismo, porque son los focos de atención en el momento actual, pero como existe la creencia del que monoteísmo, la creencia en un único Dios, es especialmente propenso a la violencia y a la intolerancia, la primera parte del texto de la autora examina desde una perspectiva comparativa.

 

En las corrientes anteriores a la fe abrahámica las fuerzas militares y la religión eran esenciales para el Estado, y ante la violencia necesaria expresado como dilema, muchos propusieron las formas religiosas para hacer frente a los impulsos agresivos y reencausarlos a fines más proactivos y compasivos.

 

La autora propone desarrollar como ejemplos  de violencia religiosamente articulada como más notorias de las tres religiones abrahánicas como las guerras de Josué, la invocación a la yihad, las Cruzadas, la Inquisición y las guerras europeas de religión.

 

La autora hará evidente que cuando los pueblos posmodernos se involucraban en política pensaban en términos religiosos y que la fe impregnaba sus esfuerzos por producir sentido.

 

En la historia de las religiones, la lucha por la paz ha sido tan importante como la guerra santa, los religiosos han encontrado métodos para explotar ese cerebro reptiliano de la guerra, así como convencieron hombres medievales de vestir uniformes pesados opera ir a la guerra a defender lugares santos y a la vez creando comunidades respetuosas  y edificantes, pero al igual que Ashoka  no pudieron del todo cambiar sus comunidades, simplemente pudieron mostrar caminos más sanos y empáticos para la vida en comunidad.

 

La autora propone en el la parte tercera de su texto examinar la ola de violencia que reivindica una justificación religiosa y que surgió en los años 80 y que se perpetró el 11 de septiembre de 2001, al igual que el examen de la secularización que aunque ciertamente beneficiosa no siempre favorece una alternativa plenamente conciliadora la ideología del Estado Religioso; las primeras filosofías modernas que intentaron pacificar a Europa después de la Guerra de Treinta Años, manifestaban su carácter despiadado especialmente al acercarse a las víctimas de la modernidad secular, les resultaba alienantes en lugar de inspiradoras y liberadoras.

 

La secularización no ha separado tanto la religión como ha creído, creando entusiasmos religiosos alternativos.

En esa incesante búsqueda de sentido nuestros estados modernos adquirieron un aurea religiosa, pero de alguna manera  le han ayudado a la humanidad a enfrentar sus miedos e incertidumbres para los que no hay respuestas sencillas, no siendo la secularización el fin de la historia.

 

En algunas sociedades que han intentado encontrar el camino a la modernidad  solo han logrado alterar su psiquis y erosionado la religión dado que las personas no están preparadas  para arrancar sus creencias y modelos de vida y las creencias y cosmovisión que siempre han tenido.

La autora utiliza para finalizar y cerrar su texto introductorio el mismo símil con el que lo introdujo es decir, la figura del chivo expiatorio  resentido en el desierto lamiendo las heridas de la ciudad que lo expulsó.

 

 2. Conclusiones

 

Religión y política, dice la autora, nacen indisolublemente unidas. En los comienzos del tiempo histórico, hace entre 10.000 y 12.000 años, la deidad se identifica con las fuerzas de la naturaleza que son tanto guía como justificación de los balbuceos de entidades que ya podemos llamar políticas. Y esa simbiosis genera como subproducto la guerra, que puede concebirse como la continuación de la religión no por otros, sino por los mismos medios. 

 

La religión, que más que generar vive con el recurso a la violencia, es en todo momento un factor que condiciona el disciplinado comportamiento del súbdito.

El Estado o imperio agrario ha desaparecido ante el incipiente desarrollo del capitalismo comercial, y la industrialización, que comienza a hacerse efectiva en la segunda mitad del XVIII, hace retroceder el papel público de la religión, sin que esta por ello llegue a desvanecerse en la sociedad occidental, mientras que permanece muy vivo como elemento constituyente del mundo islámico y, de forma algo menos evidente, del judaísmo.

 

La guerra ha sido a todos los efectos realidad perdurable de cualquier civilización, pero ¿es la religión o la política? Y la afirmación final, quizá algo desligado de todo lo anterior, es la de que la culpable de que así sea es la propia naturaleza humana, de la que emanan política, religión y guerra como un segregado indiferenciable.

 

Pero también cabría señalar que esa naturaleza no es sino el precipitado de la simbiosis religión-política. Armstrong nos ha dado otra obra esencial para la comprensión de nuestro mundo, cuyos antecedentes se remontan a las primeras construcciones políticas.

 

La sociedad moderna ha transformado la fe en un chivo expiatorio. En Occidente, la idea de que la religión es inherentemente violenta se da por sentada y parece evidente.

 

Karen Armstrong pretende demostrarnos que esto no es lo que nos muestran los hechos. Que la religión, muy al contrario, habría sido una estrategia pacificadora de la humanidad en buena parte exitosa, mientras que la violencia organizada entre seres humanos en la sociedad moderna (guerras, persecuciones) se ha desarrollado por mecanismos que pueden o no haber utilizado la religión para potenciar la agresividad.

 

No existe una forma universal de definir religión (…) Las palabras que en otras lenguas traducimos como “religión” invariablemente remiten a algo más amplio, más vago y más universal.

 

Podemos plantearnos la búsqueda de una definición de forma indirecta: si el ser humano siempre (excepto quizá ahora) ha necesitado de la religión, ¿cuál pudo ser el principio de todo, en el lejano pasado de los cazadores-recolectores?

 

Una de las mayores preocupaciones del arte y la religión fue cultivar un sentido de la comunidad: con la naturaleza, con el mundo animal y con nuestros congéneres.

 

 La religión podría entonces no ser algo muy diferente a una idea general de conocimiento trascendente o sabiduría con un fuerte contenido emocional que toma formas simbólicas (iconos, rituales, lenguaje literario…). Pero también tendría un componente práctico y aparentemente prosocial: la religión ayudaría a convivir en armonía, a mejorar la interactuación entre individuos. Al menos, eso  deberían sentir quienes se ven impulsados a participar en sus prácticas.

 

Sabios y místicos crearon prácticas espirituales para ayudar a la gente a controlar su agresividad y cultivar el respeto hacia todos los seres humanos.  (…) Cultivaron los  ideales (…) para controlar los impulsos egoístas que tan a menudo conducen a la violencia.

 

Desde los primeros tiempos hubo quienes se atormentaron con el dilema de la violencia necesaria y propusieron formas religiosas para hacer frente a los impulsos agresivos y encauzarlos hacia fines más compasivos.

 

Que algunas doctrinas religiosas hayan diseñado tales ideales, sin embargo, no implica que todas contribuyesen efectivamente a la paz. Con la sociedad laica se desarrollaría la idea de que la paz está sobre todo relacionada con los cambios políticos.

 

La costumbre de separar religión y política es tan habitual en Occidente que nos resulta difícil apreciar su estrecha coexistencia en el pasado.

En la Antigüedad, parece ser que la religión era una especie de fundamento ético de la autoridad política.

 

Karen Armstrong señala con agudeza un dilema ancestral del desarrollo civilizatorio, más allá de la sempiterna violencia entre los grupos de cazadores-recolectores:

 

La agricultura introdujo otro tipo de agresión: una violencia institucional o estructural en la que una sociedad obliga a las personas a vivir en tal miseria y sometimiento que son incapaces de mejorar su destino.

 

Por desagradable que parezca, al forzar a las masas a vivir en el nivel de la subsistencia, la aristocracia controló el crecimiento de la población e hizo viable el progreso humano.

 

La racionalización  de la violencia sistémica de las sociedades agrarias mediante la religión lleva forzosamente a una evolución del pensamiento. Lo que resulta invariable es la asunción del orden social, la obediencia a la autoridad política. Pero cuál será el modelo social exacto de esas nuevas estructuras políticas depende de una serie de pasos evolutivos en el proceso de los cuales la influencia de la búsqueda intelectual de la sabiduría se hace notar a medida que se van acumulando mitos, experiencias históricas y formulaciones doctrinales cada vez más complejas.

 

Hasta el periodo moderno, la religión atravesaba todos los aspectos de la vida, incluyendo la guerra y la política, no porque clérigos ambiciosos “mezclaran” dos actividades esencialmente distintas, sino porque la gente quería dotar de significación todo cuanto hacían. Toda ideología estatal era religiosa.

a la distribución desigual de la riqueza y del poder en la jerarquizada sociedad romana.

 

La nueva definición de religión de los protestantes reflejaba los programas de los nuevos Estados soberanos, que relegaban la religión a la esfera privada.

Si por “religión” entendemos exclusivamente la creencia en seres sobrenaturales, entonces no podemos admitir que el laicismo ilustrado sea menos violento. Claro que se puede considerar que las ideologías políticas también se vuelven “religiosas”.

 

En conjunto, la valoración de Karen Armstrong sobre la religión es positiva, pues considera la religión como una enseñanza de sabiduría que evoluciona con la cultura humana.

 

Hoy necesitamos ideologías, laicas o religiosas, que ayuden a la gente a afrontar los insolubles dilemas de nuestra “situación histórica y económica”, como hicieron los profetas en el pasado.

 

Si queremos un mundo viable hemos de responsabilizarnos por el dolor del mundo y aprender a escuchar relatos que pongan en jaque la percepción que tenemos de nosotros mismos.

 

Campos de sangre es una crónica de la historia de la religión desde su aparición hasta la actualidad. Se estructura en varias partes, concentrándose inicialmente en distintas regiones del mundo (Mesopotamia, India, China); a continuación, en los grandes monoteísmos (judaísmo, cristianismo e islam); y, finalmente, en la dinámica de la modernidad, que comenzó con una progresiva secularización de las sociedades occidentales que fue extendiéndose a otras regiones del mundo, pero en los últimos tiempos ha sido contrarrestada por un fuerte retorno del hecho religioso.

 

 Se especula que los primeros rituales religiosos aparecieron para cultivar un sentido de comunidad no solo con el grupo, sino también con la naturaleza. 

Cuando se produjo la revolución agraria, que comenzó hacia el año 8500 a. C., la religión adquirió una función política: la de legitimar la violencia estructural de un sistema en el que la inmensa mayoría de la población vivía en condiciones de supervivencia a fin de producir un excedente del que disfrutaban las elites gobernantes y con el que se financiaban los ejércitos que mantenían el orden vigente. 

 

De hecho, toda actividad humana tenía una dimensión religiosa; los templos eran a la vez centros económicos donde se almacenaba el grano.

Las disputas entre católicos y protestantes desencadenaron conflictos armados. Armstrong explica que el horror de la Guerra de los Treinta Años (1616-1648) está en el origen del denominado «mito de la creación del Occidente moderno» (p. 271), según el cual la religión causaba violencia y esta sólo se vio contenida con la creación del Estado liberal que separó la religión de la política.

 

Rechazando esa teoría, la autora señala que el motivo de esas guerras fue principalmente político (en el caso de la mencionada, resistencia al imperialismo de los Habsburgo), y que en ocasiones tanto católicos como protestantes luchaban en el mismo bando contra sus correligionarios.

Reconoce, sin embargo, que los participantes las percibían y justificaban como una disputa religiosa.

 

No cabe duda de que Armstrong tiene razón al rechazar como simplistas los argumentos que afirman que la religión provoca conflictos. A menudo es el contexto el que determina cómo se interpretan las creencias, que pueden ser manipuladas. 

Pero, a pesar de sus esfuerzos, su obra muestra que la religión ha sido sumamente útil a ciertos intereses políticos y económicos y ha servido para justificar atrocidades que hubieran sido difícilmente justificables por otros medios. Sin embargo, no es necesario compartir el enfoque ideológico de la autora para disfrutar con Campos de sangre. 

 

Armstrong demuestra una y otra vez que los grandes espasmos de crueldad y muerte a lo largo de la historia no han estado revestidos de religión, o apenas lo han estado. 

 

Al igual que el arte, la religión ha sido un intento para encontrar sentido y valor a la vida. Afirma Armstrong en la primera página del libro. 

En consecuencia  

“Cuando un pueblo ha sido colonizado, a menudo depende en gran medida de sus prácticas religiosas, sobre las que aún tiene control y que le recuerdan una época en la que tenía la dignidad de la libertad”. 

 

Podemos concluir que la religión ha sido la forma propia de la sabiduría en la Antigüedad. Solo a partir de una época más reciente los paganos griegos (y quizá algunos indios y chinos) descubrirían la Filosofía, que pronto iba a dar lugar a la enseñanza cívica para el perfeccionamiento moral individual.

 

Sin embargo, lo propio de la religión no es ni la especulación racional filosófica, ni la mera especulación cósmica, mística o teológica, sino la capacidad de comprometer al individuo en fuertes experiencias de transformación moral, más poderosas que la educación moral laica, pues las religiones hacen uso de estrategias psicológicas (mitos, rituales, adoctrinamiento…) que permiten la interiorización emocional de las pautas de conducta que no están al alcance de toda forma de pedagogía.

 

 3. Bibliografía

Armstron, K.  (2015). “Campos  de sangre”. La religión y la historia de la violencia de Karen. Ed. Planeta colombiana, S. A. Primera edición. Colombia.

 

Miranda L.R. (2009).  [CONICET-UNLPam]. ¿Cuál fue el pecado original? Traducciones e interpretaciones de Gn 3, 1-24.  Nº 13 / 2009 / ISSN 1514-3333 (impresa) / ISSN 1851-1724 (en línea), pp. 157-171.