Ideas más importantes del documento El debate Contemporáneo sobre el Estado en la Teoría Marxista, su relación con el desarrollo y la crisis del Capitalismo. Miguez P. (2010)

28.09.2014 18:17

“Todos los procesos productivos surgen dentro del capital mismo y, por lo tanto, la producción y la reproducción de la totalidad del mundo social tiene lugar dentro del capital. En la actualidad, las normas específicamente capitalistas de las relaciones de producción y de explotación capitalista que se desarrollan en la fábrica se han filtrado a través de los muros de la fábrica hasta penetrar y definir todas las relaciones sociales. (Hardt y Negri, 1994: 23).

Ideas más  importantes del documento  El debate Contemporáneo sobre el Estado en la Teoría Marxista, su relación con el desarrollo y la crisis del Capitalismo. Miguez P. (2010) .

“La cuestión de la naturaleza del Estado, lejos de estar cerrada, sigue estando abierta y sujeta a los avatares del capital. El Estado termina lidiando horizontalmente entre las distintas fracciones del capital y verticalmente entre el capital y el trabajo, pero no debemos perder de vista que esta última relación es la determinante de su estructura, de sus políticas y, en suma, de sus formas de intervención…. La explotación no involucraría sólo el plano económico sino que se asiste a una interacción entre formas de trabajo y formas de vida.” Miguez P. (2010).

Tabla de contenido

1. Ideas más  importantes del documen

2. Conclusión

3. Bibliografía

4. Anexos

 

 

1. Ideas más  importantes del documento  El debate Contemporáneo sobre el Estado en la Teoría Marxista, su relación con el desarrollo y la crisis del Capitalismo. Miguez P. (2010).

Cuando Marx planteó  la discusión sobre la naturaleza del Estado y su relación con el capitalismo,  se encontraba en el siglo XIX,  frente a una organización estatal,  donde el poderío militar del ejército adoptaba un papel fundamental, dejando a la burocracia un rol importante pero relativamente menor.

 

El crecimiento de la burocracia, que ocupó la atención de Max Weber a comienzos del siglo XX, invitaba a actualizar las reflexiones sobre el Estado,   dada la complejidad que comenzaba a asumir su intervención.

 

Definir al Estado capitalista de una manera u otra,  implica iluminar ciertos aspectos en detrimento de otros. Los procesos de reforma del Estado, alentados desde los años noventa, implicaron procesos de adaptación del Estado en sus prerrogativas, atributos y funciones al flujo de capital global, para de esa manera atraer dichos capitales e inmovilizarlos en su territorio.

 

Desde la consolidación de los Estados nacionales hasta entrado el siglo XX,   la reflexión sobre la naturaleza del Estado se enfocaba en su carácter de institución omnipresente, caracterizada fundamentalmente,  por el control de un territorio, el desarrollo de un sistema impositivo, el sostenimiento de un ejército y el desarrollo de una burocracia para administrar las cuestiones administrativas relacionadas con la consolidación o expansión de su dominio territorial. Sin embargo, los cambios registrados,  tanto en las  funciones como en los medios  utilizados por el Estado para acompañar el desenvolvimiento del capitalismo,  están en el origen de las teorizaciones que pretenden dar cuenta de la naturaleza del Estado,  a la luz de las grandes transformaciones en los planos económico, político y social.

 

Según Weber, el capitalismo como sistema económico era el paradigma de la racionalidad económica y social. Sin embargo, ante la emergencia de las sociedades de masas se volvía imperativo hacerlo gobernable y adaptar sus instituciones políticas a una sociedad que crecía en complejidad,  al ritmo de la racionalización. Para ello era necesario conocer la forma en que se construía y se consolidaba el poder. Abordar la cuestión de la “dominación legítima” requería entender la cuestión del poder del Estado.

 

Por su parte, Gramsci también buscaba entender cómo se construía la dominación política, que no podía basarse sólo en la violencia física, porque ello afectaba la legitimidad de dicha dominación. Para Gramsci, el Estado ya no podía identificarse meramente con la coerción. 

 

Estado no era sólo la “sociedad política”, la parte de la “estructura” que se encarga de la coacción legal,  sino también la “sociedad civil”, los organismos privados que producen “consenso”, que transmiten la hegemonía de las clases dominantes poseedoras del monopolio intelectual y moral, la dirección ideológica de la sociedad y no sólo de la supremacía económica. En síntesis, el Estado de acuerdo con esta perspectiva es sociedad civil,  más sociedad política, hegemonía revestida de coerción.

 

Antes de la década de los años setenta, la escuela del capital monopolista constituye uno de los primeros abordajes sistemáticos que analizan la reestructuración del sistema capitalista posterior a la segunda guerra. Esta teoría  parte de los trabajos de los economistas Paul Baran y Paul Sweezy (1966),  para quienes el capitalismo se caracteriza por un desarrollo en etapas sucesivas, comenzando con una etapa competitiva,  donde predomina la regulación por el mercado, que se iniciaba en el capitalismo comercial y se extendía hasta finales del siglo XIX.

 

Esta etapa competitiva es sucedida por una etapa monopolista,  donde se daría una creciente fusión entre los intereses del capital monopólico y del aparato del Estado. Esta etapa coincidiría con el auge del imperialismo como etapa superior del capitalismo y con la agudización de la crisis del capitalismo,  derivada de la reducción del mercado capitalista desde la década de los años veinte, resultante de la consolidación del campo socialista.

 

 Miliband (1988),   encuentra una correlación muy fuerte entre los agentes privados del poder económico,  y quienes detentan el poder del Estado, lo cual confirma la concepción del Estado,  como instrumento de dicha clase: el personal del Estado se recluta entre las clases alta y media, y además las políticas implementadas,  tienden a favorecer a dichas clases,  porque poseen recursos para imponer su voluntad a nivel político.

 

El enfoque instrumentalista ve al Estado como un conjunto de aparatos, como una “cosa a ser tomada”, con quienes las clases mantienen una relación de exterioridad. El carácter de clase lo da la pertenencia de los puestos,  clave del Estado a la clase capitalista y la dirección favorable a ésta,  adoptada por las políticas estatales.

 

Para Poulantzas (1969),   en cambio, las clases no pueden ser consideradas como simples clases económicas que existen “independientemente” y “por fuera” del Estado, ya que el poder y la influencia de estas clases,  dependen  en buena medida,  de la estructura de poder del Estado. Se opone a las teorías que consideran que actualmente la burguesía, a diferencia del pasado, ha dejado de ser una clase coherente y monolítica, donde las supuestas élites políticas se repartirían el poder.

 

El Estado constituye “el factor de unidad política del bloque en el poder,  bajo la égida de la clase o fracción hegemónica. Dicho de otro modo, constituye el factor de organización hegemónica de esa clase o fracción, de suerte,  que sus intereses específicos puedan polarizar los de las otras clases y fracciones del bloque en el poder”.

 

Estado presenta una unidad propia conjugada con su autonomía relativa respecto del bloque del poder y respecto de la clase o fracción hegemónica. La unidad de las clases corresponde a la unidad del Estado,  como factor organizador de su unidad propiamente política, siendo dicho Estado una relación social compleja,  en cuyo seno se desarrolla la lucha de clases.

 

 El Estado es parte de la estructura del modo de producción capitalista y goza de  una autonomía relativa para lograr la cohesión social de las “fracciones de clases constituidas en el bloque en el poder”.

 

La discusión sobre la naturaleza del  Estado,  se da a partir de la comprensión de su lugar y de sus funciones específicas en la sociedad capitalista. Sin embargo, es necesario reconocer que las diferentes teorizaciones sobre el tema no permiten arribar a una posición común.

 

La unidad de las clases corresponde a la unidad del Estado como factor organizador de su unidad propiamente política, siendo dicho Estado una relación social compleja,  en cuyo seno se desarrolla la lucha de clases. El Estado es parte de la estructura del modo de producción capitalista y goza de una autonomía relativa para lograr la cohesión social de las “fracciones de clases constituidas en el bloque en el poder”.

 

En sus iniciales planteamientos, Poulantzas,  propone la autonomía del Estado capitalista,  como un estudio de la conjugación con las “formas de régimen político”, esto es, la relación poder legislativo-poder ejecutivo y el sistema de partidos, o sea, las formas concretas de organización del bloque en el poder.

 

En Estado, poder y socialismo comienza a hablarse de un “segundo Poulantzas” puesto que, a la luz de ciertos cuestionamientos, el autor modificó algunas de sus premisas. En primer lugar, el Estado no debería ser considerado ahora,  como una unidad intrínseca sino como una “relación”, “como la condensación material de una relación de fuerzas entre clases y fracciones de clases”, que se expresan en su seno.

 

El estructuralismo no reduce la naturaleza ni el accionar del Estado a la constatación de la presencia de miembros de las clases dominantes en el aparato estatal ni a las relaciones personales entre los funcionarios y los capitalistas. El Estado es una categoría estructural cuyo carácter capitalista no depende de las personas que dirigen su acción ni de quienes se benefician con las políticas estatales, el capitalismo monopolista de Estado,  le asigna  al Estado un rol similar al de las teorías instrumentalistas.

 

La intervención cada vez más grande del estado para mantener la dinámica de la acumulación debía explicarse más claramente, y la administración de los conflictos de clase debía encontrar una teorización más acabada,  que la propuesta por las tesis que simplemente introducían algún tipo de explicación política a los tradicionales enfoques economicistas del capitalismo.

 

Uno de los primeros aportes a la discusión surgido a comienzos de los años setenta,  fue el realizado por Claus Offe (1998), en respuesta a las principales teorías sobre la naturaleza clasista del Estado. Según el autor, estas teorías de la influencia (instrumentalismo) o del constreñimiento (estructuralismo),  presuponían que la acción del Estado, su dirección política, estaban externamente determinadas, siendo el Estado un instrumento neutral potencialmente utilizable por cualquier clase social.

 

Offe suscribía la idea de que el Estado estaba bajo una enorme presión fiscal,  al tener que garantizar la autoexpansión del  capital,  haciéndose cargo de los costos sociales indirectos, sobre todo de los seguros de desempleo. Este último constituía una seria amenaza a la legitimidad de un capitalismo con organizaciones de trabajadores ya acostumbradas a un Estado benefactor. La crisis económica, entonces, era susceptible de mutar en una crisis política.

 

Según Bonnet (2008), “sigue siendo esencialmente errónea. La crítica marxiana de la economía política no es economía política, ni economía a secas. Es  una crítica de los conceptos de la economía política que aspira a develar la naturaleza de las relaciones sociales representada, de manera fetichizada, por  dichos conceptos”.

 

Para Hirsch (1973), formulaba explícitamente la necesidad de entender las crisis para comprender la naturaleza de la intervención del Estado, algo que por acción u omisión hacen todas las posturas sobre el Estado, aun las que se denominan “no economicistas”. “La crisis de la reproducción del capital no aparece ya en todos los casos inmediatos como tal, sino, al contrario, primero como crisis del aparato de  Estado”.

 

El Estado era un mediador reactivo al proceso de acumulación de capital, lo que determina el contenido de sus actividades. Esta concepción tomada de La ideología alemana de Marx y Engels, implica que “El Estado no puede ser concebido, entonces, ni como un menor instrumento político  ni como una institución establecida por el capital, sino más bien como una forma especial de cumplimiento de la existencia social del capital,  al lado y conjuntamente con la competencia, como un momento esencial en el proceso  de reproducción social del capital.

 

“El Estado garantiza la existencia de la clase trabajadora como objeto de explotación, crea las condiciones generales para la producción, incluyendo las relaciones legales. Por oposición, el capital mismo no es capaz de producir estos fundamentos. Bajo la presión de la competencia,  el capital es forzado a utilizar al máximo todos los recursos, independientemente de las consecuencias materiales y sociales que ello signifique, en consecuencia el capital tiende a destruir sus propios fundamentos sociales”.

 

El enfoque neorricardiano fue también un aporte útil para entender el accionar  del Estado en los años setenta. A diferencia de Poulantzas, los autores que  reivindican el pensamiento de David Ricardo (economistas como Piero Sraffa,  Gough, entre otros), éstos se interesan explícitamente por las dimensiones  económicas de la actividad del Estado, es decir, no postulan la autonomía del Estado respecto de los capitales individuales y trataban de vincular su actividad con la acumulación. En este sentido, la intervención del Estado tiene como objetivo central conservar o incrementar las ganancias del capital a costa de  los salarios.

 

Gough (1977)  adopta una postura muy próxima a la de Poulantzas en su caracterización del Estado,  al reconocer el vínculo estructural entre el Estado y la clase dominante, el Estado capitalista se caracteriza por una autonomía relativa respecto de la estructura económica y que actúa en respuesta a la lucha desplegada entre y dentro de las clases dominantes y dominadas”.

 

Desde mediados de los años sesenta, los debates sobre el Estado capitalista se desarrollaban en el marco de una agitada coyuntura política,  donde se planteaba seriamente el lugar del Estado en la posguerra y las implicancias de sus formas de intervención.

Negri (1978) busca plantear el antagonismo obrero en la relación sociedad-Estado,  se plantea la posibilidad de que la clase obrera pueda utilizar las fuerzas productivas para valorizarse a sí misma,  contra el capital, haciendo un uso alternativo de las fuerzas productivas sociales.

A finales de los años setenta, Jessop (1994) encontraba importantes aportes en los análisis del Estado que desarrollan la naturaleza y los efectos,  indaga  los enfoques regulacionistas,  las explicaciones estructurales que buscaba sobre el desarrollo del capitalismo y encontrará en los conceptos de régimen de acumulación y modo de regulación,  los antecedentes válidos para poder empezar a hablar de estrategias de acumulación.

 

En los comienzos de la década de los años noventa, los trabajos de Jessop y Hirsch recibieron críticas desde el marxismo abierto. En su evaluación de los debates sobre el Estado, Según Bonefeld, en consonancia con el estructuralismo althusseriano, el capitalismo estaría formado por diferentes niveles económicos y políticos.

 

En los años noventa, muchos de los protagonistas de los debates iniciados en  los años setenta actualizan sus tesis sobre la reconfiguración del rol estatal, en momentos donde comienzan a proliferar numerosos discursos sobre la globalización. La pérdida de control sobre los tipos de cambio y la política monetaria en los años setenta y ochenta.

 

El Estado de seguridad aparece ahora como un Estado de competencia posfordista que se distingue precisamente por su renuncia a estrategias de integración material abarcadoras para toda la población: “El Estado ha perdido como consecuencia del proceso de globalización,  una parte esencial de su instrumental intervencionista, y el ‘asegurar una posición’, es decir, la creación de condiciones óptimas de revalorización para el capital internacional en la competencia interestatal, se ha convertido en la máxima política principal”.

 

Holloway (1994) se propone analizar el significado de lo que supone realizar una “crítica del Estado como una forma de las relaciones sociales”, es  decir, un estudio de las limitaciones del Estado,  como institución aparentemente necesaria para el ordenamiento de las cuestiones sociales y humanas en general.

 

El debate a comienzos del siglo XX, será denominado por Hardt y Negri,  como el del “imperio”, lo que supuso, toda una redefinición del lugar de la forma Estado de finales del siglo XX y de cara al capitalismo del siglo XXI.

 

 Las estructuras de poder son importantes en la medida que gobiernan los procesos de trabajo y la producción de subjetividades. En línea con el pensamiento de Deleuze y Guattari y Foucault,  que Negri estudia con atención durante los años ochenta, y a diferencia de las tradicionales explicaciones sobre el poder y la soberanía del Estado, esta última y el capital operan en el plano de la inmanencia, a través de puntos de transmisión y redes de dominación, que no requieren un centro trascendente de poder, un soberano que trascienda el plano social, como la filosofía política destaca desde Hobbes.

 

Este imperio no implica la desaparición de los Estados nacionales ni su reducción a un carácter irrelevante, sino todo lo contrario;  éste ahora forma parte de un entramado institucional mucho más complejo y difícil de visualizar, porque no se reduce a los aparatos de Estado convencionales. El mando del imperio es un control biopolítico, un poder global con una estructura piramidal formada por tres tercios. En la cúspide, una superpotencia, Estados Unidos, con una hegemonía sobre el uso global de la fuerza, que actúa en colaboración con las Naciones Unidas y demás instituciones internacionales. El Estado forma parte del segundo nivel, junto con los flujos de capitales y las redes de tecnologías.

 

Criticar al Estado significa atacar en primer lugar,  su aparente autonomía, comprender que no es una cosa en sí misma,  sino una forma social, una forma de las relaciones sociales”.

 

La relación del debate del Estado con las teorías del imperialismo se tradujo en la recuperación de la cuestión del Estado capitalista, aunque no tanto en un recorrido teórico que reflejase el estado de la discusión.

 

Para Harvey  82003), los procesos moleculares de la acumulación dan lugar al surgimiento de economías regionales, que dan coherencia a la producción, la distribución, intercambio y consumo. Al analizar el papel del Estado en la acumulación del capital, Harvey analiza lo que el Estado “hace” más que su naturaleza capitalista, o lo que el Estado “es”. El Estado captura estas dinámicas regionales y con ello facilita los flujos de capital y trabajo.

 

El Estado, entonces, se encarga de generar entornos atractivos para la inversión de capital. Cuando los capitales excedentes generados en economías regionales subestatales no encuentran empleo rentable dentro del país, el Estado debe recurrir a las prácticas imperialistas en el sistema interestatal. Los flujos moleculares, sobre todo del capital financiero, deben estar orientados en su beneficio tanto interna como externamente.

 

Panitch y Gindin (2006) suscriben la tesis del imperio informal de Estados Unidos que, a diferencia del imperio formal, requiere que la penetración económica y cultural de otros Estados,  sea sostenida por la coordinación política y militar con otros gobiernos independientes, esto es, incorporando las nuevas potencias emergentes a su dominio.

 

En la última década, los análisis trataron de trascender las miradas objetivistas o meramente economicistas del Estado y también se preocuparon por analizar la dimensión internacional del mismo. Los trabajos mencionados tienen raíces diferentes pero algunos rasgos compartidos.

 

El marxismo autonomista italiano, que en los años setenta analizaba el Estado junto con la composición política de la clase obrera en el proceso de trabajo, adoptó en los años noventa los planteos cercanos a la biopolítica de Foucault, donde se encuentra cierta dilución entre lo económico, lo político y lo cultural que afectan tanto el trabajo como el Estado.

 

2. Conclusión

La lucha de la humanidad desde que se inició la acumulación de riqueza,  ha sido la de la lucha de clases;  la clase obrera tratando de asegurarse  un lugar,  frente a explotación capitalista,  que entró en crisis frente a las guerras a las que por garantizar su poder ha conducido la humanidad,  y los subsidios que ha tenido que pagar a la clase obrera,  para garantizar su subordinación y sostenimiento del modelo de explotación de mano de obra barata;  con a diferencia que instauró el modelo neoliberal y globalizador,  para liberarse de sus cargas y garantizar que los países más pobres como los africanos y latinoamericanos,  subsidien sus deudas,  al declarar la crisis financiera, vendiendo  su crisis y los problemas derivados de ésta,  como si fueran del pueblo, sólo explicable,  porque el modelo  capitalista para perpetuarse en el poder,  no comparte sus guanacias, solo sus pérdidas.

 

Para comprender qué funciones cumple el Estado,  es necesario plantearse ante todo la pregunta sobre ¿qué es el Estado y cómo funciona?

 

La forma Estado es una relación social de dominación,  pero también sus aparatos, sus instituciones, sus políticas,  forman un conjunto  con múltiples facetas, a las que cada enfoque presta particular atención y que obligan a establecer relaciones entre lo económico y lo político.

 

El debate contemporáneo sobre la naturaleza del Estado ha sabido superar la división tajante entre lo económico y lo político que pretenden establecer las ciencias  sociales. Los enfoques propuestos desde Marx a los escasos defensores actuales del marxismo,  sustentan la caracterización de la  presente situación,  desde una actualización de la discusión sobre la naturaleza del Estado capitalista, lo que amerita una revisión de los debates clásicos.

 

En los años ochenta el marxismo abierto y la teoría francesa de la regulación ocuparon el centro de la escena. El primero  recuperaba el debate alemán y la tradición autonomista italiana.

 

Los aportes más difundidos y discutidos en el campo marxista de la última década,  analizan simultáneamente ambas dimensiones, aunque con marcada diferencia entre ellos. Sin embargo, a lo largo del debate reiniciado en los años setenta, los enfoques se posicionaron más cerca del economicismo.

 

El capital, por su parte, se dirige hacia aquellos Estados que le garanticen mejores condiciones de rentabilidad. Y esa es la característica central de los Estados capitalistas desde los años setenta hasta la actualidad;  por eso mismo coincide con un cambio brusco en la relación entre las diferentes fracciones del capital, sobre todo entre el capital productivo y el capital financiero.

 

El capital dinero, la forma más líquida del capital,  se impone con el crecimiento de los mercados mundiales de capitales y tiene consecuencias drásticas sobre la organización de los Estados nacionales, lo que obliga a reflexionar sobre la naturaleza del Estado en el capitalismo, tanto del Estado actual,  como el de siempre.

 

El investigador tiene el deber de articular su trabajo a la estructura social, desentrañando de forma aguda,  las relaciones de poder que se establecen en su investigación, la utilidad que se le dará a su trabajo,  evitando ser un objeto más de la explotación;  para las clases que detentan el poder, es tan valioso el oro,  como los ideólogos que con sus teorías les perpetúan en el Estado  por ellos creado.

La clase burguesa procura en todo momento asegurarse una posición de privilegio para explotar cualquier forma de trabajo, incluso la del investigador,  a la que vigilan celosamente,  como parcela de su pequeña burguesía, para perpetuar  su tiranía, garantizando su ideología y la consecuente  sumisión de las masas y colectivos sociales.

 

3.    Bibliografía

 Miguez P. (2010) El debate Contemporáneo sobre el Estado en la Teoría     Marxista, su relación con el desarrollo y la crisis del Capitalismo.  Universidad de Buenos Aires.

Baran, Paul y Paul Sweezy (1966), El capital monopolista, México, Siglo XXI.

Bonnet, Alberto (2008a), “Estado y capital. Debates sobre la derivación y reformulación del Estado”, en Mabel Thwaites Rey (comp.), Estado y marxismo. Un  siglo y medio de debates, Buenos Aires, Prometeo.  (2008b): “Imperio, poder y Estado. Los recientes aportes de Negri y Holloway”,  en Mabel Thwaites Rey (comp.), Estado y marxismo. Un siglo y medio de debates, Buenos Aires, Prometeo.

Miliband, Ralph (1988) [1969], El Estado en la sociedad capitalista, México, Siglo XXI.

Poulantzas, Nicos (1991) [1976], “El problema del Estado capitalista”, en Ralph Miliband, Nicos Poulantzas y Ernesto Laclau, Debates sobre el Estado capitalista, 1. Estado y clase dominante, Buenos Aires, Imago Mundi.

Panitch, Leo y Sam Gindin (2005), “Capitalismo global e imperio norteamericano”, Socialist Register 2004, Buenos Aires, cLacso, pp. 19-73.

Hirsch, Joachim. (1996). “El Estado fordista de seguridad y los nuevos movimientos sociales”, en J. Hirsch, Globalización, capital y Estado, México,  uaM. (1996b), “Del ‘Estado de Seguridad’ al ‘Estado Nacional de Competencia’”.

Holloway, John (2002), Cambiar el mundo sin tomar el poder, Buenos Aires, Herramienta.

Offe, Claus (1998) Institutional Design in Post-Communist Societies. Rebuilding the Ship at Sea. (with Jon Elster and Ulrich K. Preuss), Cambridge: University Pres.

 Harvey, David (2003), El nuevo imperialismo, Madrid, Akal.

 Negri, Antonio (2003), La forma Estado, Madrid, Akal. (2003b) [1974], “Sobre algunas tendencias de la teoría comunista del Estado más reciente: una reseña crítica”, en A. Negri, La forma Estado, Madrid, Akal, pp. 295-335.

Jessop, Bob (1999), Crisis del Estado de Bienestar. Hacia una nueva teoría del Estado y sus consecuencias sociales, Bogotá, Siglo del Hombre.

4.    Anexos

Karl Marx(1818-1883)

Frases de Karl Marx, padre del comunismo

https://www.taringa.net/posts/imagenes/16906495/Frases-de-Karl-Marx-padre-del-comunismo.html

Fue un Politico, Ideologo, y Escritor Aleman, famoso por escribir "El Capital", "El Manifiesto Comunista," y ser el Creador del Socialismo Cientifico junto a Engels, Juntos padre del Comunismo y del Marxismo.

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En ese tiempo yo ya era comunista y comprendí que Sandino ni entonces, ni después sería comunista (Farabundo Martí)